El tabernáculo y el templo, figuras de la encarnación del Señor Jesús

INTRODUCCIÓN


Juan usa el concepto de tabernáculo respecto a la persona de Cristo. Aunque el evangelio no menciona al autor, tradicionalmente se reconoce que es Juan quien lo escribió. Todos los escritos de Juan, el discípulo amado, están fechados a partir del 69 d.C., justo antes de la destrucción de Jerusalén. Juan en su evangelio tiene varias líneas teológicas, pero su objetivo principal es presentar a Jesús como el Mesías que se encarnó para vivir entre los hombres dando testimonio de la verdad, a la vez que para morir de tal manera que la humanidad pudiera recibir la vida eterna.

La encarnación de Jesús se puede entender como Dios habitando en medio de su pueblo. En el tabernáculo y en el templo, Dios habitaba en el lugar santísimo, en medio de su pueblo. Juan, al presentar a Dios encarnado, está apuntando desde el capítulo 1 del evangelio a ese aspecto. Luego, en sus cartas, Juan enfatiza las consecuencias prácticas de creer que Dios habitó entre los hombres en el amor y la verdad. Finalmente, en el libro de Apocalipsis muestra el desenlace final hacia el que camina la humanidad, en la cual los hombres que creyeron en el Dios encarnado como medio para acercarse a Dios el Padre, vivirán la eternidad con el Dios trino, quien habitará en su templo.

LA PRESENCIA DE DIOS EN LA TIERRA MUESTRA EL CAMINO A LA RESTAURACIÓN DE NUESTRA COMUNIÓN CON ÉL 

1. Jesús es Dios viniendo a morar entre los hombres (Jn. 1:14-18)

A lo largo de esta sección Juan presenta a Jesús como el enviado a la tierra a morar entre los hombres y como el Dios encarnado. En el griego original, el término “habitó” corresponde a la palabra eskenoo, traducida como “poner su tienda o morada” (la misma idea que encontramos en Génesis 13:12 y Jueces 5:17, entre otros). Los derivados de esa palabra se refieren a una morada, es decir, a un lugar permanente. De esa palabra también se deriva el término tabernáculo.

Cabe aquí añadir la importancia del término “Verbo” (gr. logos) que se hizo carne. Marshall dice: “Juan empieza identificando a Jesús como un ser divino, externo a este mundo, que viene a compartir su posición celestial y su naturaleza con los seres humanos”. Zorrilla y Chiquete añaden que “encarnarse” implica que Él tomó “las limitaciones de todo ser humano”.

Finalmente cabe resaltar en el verso 14 la expresión “y vimos su gloria”. Al entender el paralelismo que Juan está realizando con el tabernáculo de tiempos de Moisés, donde Dios
“hizo su morada en la tierra”, y al entender que el Verbo eterno (logos) se limitó como hombre, la gloria de Dios de la que habla el versículo hace referencia a la shekinah de Dios que llenó el tabernáculo. En la época de Moisés la gloria quedó limitada al lugar santísimo, mientras que Juan expresa que esta misma gloria era visible frente a frente a través de Jesucristo.

El resto de la sección confirma que la ley de Moisés velaba la posibilidad de conocer directamente a Dios por su carácter, mientras que, a través de Jesús, por pura gracia, podemos conocer a ese logos encarnado morando definitivamente entre los hombres. Dios decidió tomar la forma humana para llevar a cumplimiento la redención del hombre, por lo que cuando leemos de Jesús lo debemos ver como a Dios limitado como un hombre, morando en la tierra y permitiendo que los hombres pecadores pudiéramos acercarnos a Él sin sufrir las consecuencias de ver su gloria. Mi convicción es que sin Cristo jamás hubiera podido conocer a Dios, puesto que hasta que Jesús no se reveló a la humanidad, ésta no le pudo conocer.

¿Qué consecuencias puede tener para mí la encarnación de Cristo? Puesto que Él habitó entre nosotros, y aún más, vive en nosotros, nuestra vida tendría que reflejar el carácter de Él. A nivel familiar, esto se traducirá en mi forma de cuidar y tratar a mi esposa e hijos; a nivel laboral se reflejará en mi ética en el uso del tiempo, de los recursos, etc. Conocer a Dios cara a cara por medio de Cristo, debe transformar completamente mi forma de ser.

2. Jesús, la vida encarnada, nos da vida eterna y nos permite restaurar la comunión con él y entre los que le conocemos (1 Jn. 1:1-4) 

En esta sección Juan presenta al Dios encarnado en Jesús, según lo que él pudo percibir por sus sentidos (oído, vista y tacto). En otras pa-labras, los discípulos habían podido ver a Dios directamente, frente a frente. Para referirse a la encarnación, Juan cambia de término. Ahora usa el término griego faneroo, que se puede traducir como “revelado”, “manifestado claramente” o incluso “traído a la luz”. Utiliza éste término también al hablar de Jesús como “la vida” (gr. zoé). Así que Dios se encarna y mora entre nosotros para darnos vida eterna. El Verbo encarnado, la Vida encarnada, nos da vida eterna a los humanos que decidimos verle frente a frente. Kistemaker dice que Juan “es enfático al describir el alcance de esta vida, que caracteriza como eterna. Es vida que nunca termina, porque tiene el sello de la eternidad. Pero la vida que Juan describe es más que un concepto. Representa a Jesucristo …”. 

La manifestación de esa vida a través de la encarnación, implica que dicha vida eterna también sea manifestada a los hombres. Esto quiere decir, que esa manifestación nos permite tener una comunión directa con Dios por la eternidad (no debemos olvidar que en el tabernáculo únicamente el sumo sacerdote podía acceder al lugar santísimo una vez al año. El resto del pueblo no podía acceder a la presencia misma de Dios). 

El hecho que el Dios encarnado morara entre nosotros y nos permitiera acercarnos a Dios, conlleva también a que todos los que le conocemos podamos disfrutar de una comunión entre nosotros. No sólo una comunión vertical hacia Dios, sino también horizontal, restaurando la forma de relacionarnos entre nosotros. Así lo expresa un comentarista: “los lectores ya eran salvos, pero necesitaban esta carta si querían disfrutar de una comunión verdadera”. 

Una primera consecuencia práctica de todo esto es que puedo tener seguridad de salvación. Recibiendo al Dios encarnado, recibo la vida eterna que Él trajo. No depende de mí ni de lo que hago, sino de haberle conocido a Él. Puedo descansar sabiendo que, cuando termine esta vida disfrutaré de la presencia de Dios por la eternidad. Veremos a Dios cara a cara. 



En segundo lugar, todo esto nos abre las puertas a una nueva forma de relacionarnos entre nosotros. El cambio que Cristo hace en mí restaura las relaciones interpersonales, tan dañadas como consecuencia del pecado. Dentro de la iglesia y con mi familia, debe primar el carácter que Dios me da al haberme restaurado, es decir, la amabilidad, el darle prioridad a los demás por delante de mí, la generosidad, etc. 

3. Jesús, Dios encarnado, restaurará plenamente nuestra comunión con Dios (Ap. 21:22-22:5) 

En los tiempos de Moisés Dios moró entre el pueblo de Israel en el tabernáculo. En los tiempos de Jesús el mismo Dios se encarnó como hombre y moró en la tierra. En la dispensación del cumplimiento de los tiempos, Dios mismo estará con nosotros. No hay necesidad de templo porque Dios será el templo (verso 22). Ap. 22:1 menciona que el trono de Dios estará en la ciudad. El cuadro que se presenta es un nuevo jardín de Edén. 

El lugar santísimo del templo de Salomón tenía forma cúbica (20 codos por cada lado, según 1 R. 6:20), y la Nueva Jerusalén tendrá también forma cúbica, con 12,000 estadios de lado. La presencia de Dios va a estar presente en toda la ciudad. 

Un día estaremos frente a frente con Dios. Al principio, en el tabernáculo, Su presencia fue cubierta con un velo, pero en un futuro estaremos dentro de la ciudad-tabernáculo, frente a frente con Dios. Y esto se pudo lograr sólo a través del Dios encarnado que vino a morar con nosotros (un tabernáculo viviente). Nuestra esperanza para esta breve vida debe residir en ver a Dios un día. Esto me exige un carácter que corresponda a este llamado. 

CONCLUSIÓN 

Jesús es Dios quien vino a morar entre los hombres. Su presencia en la tierra muestra el camino para la restauración de nuestra comunión con Él. Además, Jesús, la vida encarnada, nos da vida eterna y nos permite disfrutar de una comunión restaurada entre aquellos que le conocemos. Y al final, Jesús encarnado restaurará plenamente la comunión con Dios.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Reseña de "El Cielo" (Joni Eareckson Tada)